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MUNDO PREMIUM

Edición: Chiapas Premium

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Por qué beber agua puede ser (o no) placentero

Está claro. Cuando sentimos sed, beberagua es sumamente grato. No obstante, seguir ingiriéndola cuando no se está sediento es para muchas personas muy desagradable.

 

El neurocientífico Pascal Saker, de la Universidad de Melbourne, ha liderado un estudio que trata de determinar por qué nuestra reacción al acto de beber cambia en función de lo saciados que estemos.

 

Para averiguarlo ha examinado mediante un sistema de representación de imágenes por resonancia magnética funcional cómo respondía el cerebro de unas personas mientras consumían agua después de hacer deporte.

 

De este modo, logró determinar que cuando los voluntarios tenían sed, se activaban las regiones de sus sesos que también lo hacían cuando experimentaban sensaciones positivas, como la corteza del cíngulo anterior y la orbitofrontal, mientras que las relacionadas con sensaciones negativas, el control y los movimientos coordinados (la corteza cingulada media, la ínsula o la amígdala, entre ellas) lo hacían cuando los sujetos se sentían hartos.

 

Según indican estos investigadores en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, la sensación de sed probablemente evolucionó en los animales cuando abandonaron el agua y empezaron a vivir en la tierra, a finales del periodo Ordovícico o ya en el Silúrico, hace más de 400 millones de años.

 

En su opinión, este instinto fue un elemento clave en la colonización de las zonas emergidasiniciada por los vertebrados. En esencia, el ensayo plantea que como necesitamos agua para sobrevivir, la sed nos lleva a beberla. Sin embargo, en él también se señala que hacerlo en excesopodría llegar a ser contraproducente.

 

Las células necesitan mantener un equilibrio entre nutrientes y H2O; si esta se acumula en exceso es posible que los niveles de sodio se reduzcan y que surjan trastornos electrolíticos. Eso sí, en condiciones normales bebemos lo justo, y las buenas sensaciones que asociamos a calmar la sed desaparecen cuando ya no necesitamos más. Según Saker, los resultados sugieren que el sistema inhibidor específico que controla el acto de beber es único.

SOCIEDAD

La ciencia acaba de resolver una controversia centenaria: la forma en que los lactantes extraen la leche del pecho de sus madres. Pese a lo que se creía hasta ahora, el secreto no está en la presión de la boca sobre el pezón, sino en el vacío que se crea en la boca del niño durante la succión.

 

Según esta nueva evidencia publicada en la revista científicaPNAS, la obtención de la leche no se debe únicamente a un movimiento fisiológico, sino a las variaciones periódicas de presión atmosférica del interior de la cavidad bucal, lo que provoca el flujo del fluido sin apenas esfuerzo por parte del recién nacido.

 

Un equipo de científicos de la Universidad de Nueva York, encabezados por el israelí David Elad, analizaron el proceso biomecánico de la lactancia materna a través de imágenes registradas por ultrasonidos. Emplearon para ello un innovador modelo 3D de las mamas y de los conductos galactóforos, encargados de conducir la leche materna hasta el pezón.

 

SOCIEDAD

Los bebés no toman el pecho como creíamos

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 La observación de las imágenes reveló que la lengua anterior, situada entre el complejo areola-pezón y los labios inferiores, se mantiene rígida en el movimiento cíclico de la mandíbula, mientras que la sección posterior de la lengua se ondula de forma similar a las ondas peristálticas del intestino delgado, lo que genera los cambios en el aire de la boca, llegando a generar una presión de 27 milibares. El trabajo demuestra así que la succión es un proceso dinámico en el que, el movimiento periódico de la mandíbula y la ondulación de la lengua, producen las variaciones en la presión subatmosférica que facilitan la conducta instintiva de succión del bebé.

 

Este hallazgo arroja luces sobre el mecanismo biológico del amamantamiento, que ha demostrado ser vital en el desarrollo del niño, ya que una alimentación basada en la leche materna durante los primeros seis meses de vida ha sido vinculada a una mayor salud cardiovascular, un menor riesgo de padecer cáncer y un coeficiente intelectual más elevado.

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