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Para sorpresa del mundo médico, en el año de 1982, dos investigadores Australianos, Robin Warren y Barry Marshall, establecen la relación entre una bacteria llamada Helicobacter pylori y la úlcera péptica (y la gastritis) concluyendo que estas enfermedades son el resultado de una infección y no de una alteración psicosomática o dietética. 

Antes de los ochenta del siglo pasado, era del dominio público –derivado de investigaciones no muy sólidas—la especie de que la úlcera péptica podría atribuirse al llamado “estilo de vida”, específicamente al consumo de comida condimentada y alcohol y, sobre todo, al estrés. Es más, se había confeccionado toda una hipótesis con enfoque psicosomático en las que se destacaban los llamados “órganos de choque”, que sufrían los efectos del estrés y que se veían dañados por la acción constante y repetida de este. El estómago y el duodeno eran blanco frecuente de esta agresión. Los candidatos

La historia de la medicina está llena de cambios de rumbo, modificaciones en la forma de pensar, firmes evidencias convertidas en humo, medias vueltas, etc. No es extraño que aquel descubrimiento, método o medicamento que alguna vez fue motivo de encomio ahora sea motivo de abandono. El médico, antes de prepararse  para ejercer las generalidades y especificaciones de su profesión, debe siempre estar preparado para ejercer el escepticismo.

 

           La etiología (causa), la fisiopatología (desarrollo), el diagnóstico y el tratamiento de muchas de las enfermedades conocidas desde la antigüedad, han pasado por diversos y a veces contradictorios estadios de comprensión, y a pesar de que ya todo nos era conocido acerca de alguno de estos males, las sorpresas nos esperan a la vuelta de la esquina, en ciertos casos  para bien, en otros para mal.

 

             Un padecimiento que ha sufrido uno de los más dramáticos “aggiornamentos” (es decir, renovación, actualización)  de los últimos años es sin duda la úlcera péptica, cuya importancia se traduce en las siguientes cifras: en los países desarrollados, el 10% de los hombres y el 4% de las mujeres han padecido la enfermedad alguna vez en su vida.

No obstante para sorpresa del mundo médico, en el año de 1982, dos investigadores Australianos, Robin Warren y Barry Marshall, establecen la relación entre una bacteria llamada Helicobacter pylori y la úlcera péptica (y la gastritis) concluyendo que estas enfermedades son el resultado de una infección y no de una alteración psicosomática o dietética. 

LA BACTERIA INESPERADA

¿Qué carajos haces con tu vida?

La toma de antiácidos, un estricto régimen dietético, el cambio de estilo de vida e incluso los sedantes, conducían más tarde que temprano –varios meses- a una disminución de las manifestaciones clínicas. Pacientes, médicos, gabinetes radiológicos, laboratorios farmacéuticos vivían esta “realidad”: unos la sufrían y otros la explotaban. 

ENSAYO BIBLIOGRÁFICO: OJO CLÍNICO. 

a sufrir la enfermedad eran, por lo tanto, personas que transitaban por una existencia agitada, con presiones constantes y hábitos alimentarios descuidados. Esta hipótesis, a pesar de que la relación causa-efecto descansaba sobre bases muy endebles, alcanzó tal popularidad que se fabricó un  tratamiento ad hoc de relativa efectividad sintomática pero de nulo resultado curativo. La recurrencia de la lesión ulcerosa era tan alta que el paciente prácticamente pasaba su vida entre lapsos agudos de enfermedad, largos tratamientos y breves remisiones. 

    La hipótesis del origen bacteriano de la úlcera péptica no fue bien recibida en un principio –seguramente ya veían desplomarse las ventas de melox y el número de visitas a gastroenterólogos y psicólogos- así es que el doctor Marshall, en uno de esos arranque de osadía autoexperimental, ingirió un cultivo de bacterias extraídas de un paciente y casi de inmediato desarrolló gastritis. Al apremio de su esposa, Marshall se medicó con antibióticos, resulta que uno de los síntomas de la infección es la halitosis (mal aliento). En 2005, les fue concedido el Premio Nobel de Medicina los investigadores australianos “por el descubrimiento de la bacteria helicobacter pylori y su papel en la gastritis y la úlcera péptica”.

 

      Es así que después de muchos años de elucubraciones sobre la úlcera péptica como la típica enfermedad psicosomática, de órganos de choque, de hábitos alimentarios inapropiados, de terapias inacabables y de pacientes con sentimientos de culpa, todo se reduce a una bacteria y a un tratamiento de una semana con dos antibióticos y omeprazol.    

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