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Piedra Imán

Por: Manuel Zepeda Ramos

Relecturas incómodas 

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Cuentolandia. Nostalgia pura.

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Estaba ubicada atrás de las refresquerías, en el Parque Central Joaquín Miguel Gutiérrez de la capital de Chiapas. La gran “consentida Zaira” y otras más que hacen llorar al más Valiente tuxtleco que allí tomó mantecado de raspado con plátano.

 

Cuentolandia era una librería de don Arturo Ramos, pequeñita, en la que se podía consultar, mediante una corta suma de centavos, saldos de historietas de todo tipo como si consultaras un libro en la biblioteca pública.

Este local, al pie de la Catedral de la capital chiapaneca, a un lado del mejor bolero de zapatos que pudo haber habido -de la zona militar le llevaban las botas Federica de los principales dragones de blindados por su excelente calidad en el acabado, el brillo exacto y reglamentario y la uniformidad de su textura-, en cientos de kilómetros a la redonda estaba siempre, los sábados y domingos, repletos de lectores de Walt Disney, Mandrake el mago, La Hermandad de la Lanza, El Rey Arturo, El Súper Ratón, Los Halcones, Chanoc, La Pequeña Lulú, Tarzàn, Archi y tantos y tantos más que se me escapan en este momento.

 

Eran sábados y domingos en donde se aplicaba el estate quieto en Cuentolandia a los hijos menores mientras los papás o los hermanos mayores iban a misa, a tomar una soda en algunas de las refresquerías del parque o simplemente estar en la búsqueda del ligue que se había quedado pendiente el fin de semana anterior.

 

Este local, al pie de la Catedral de la capital chiapaneca, a un lado del mejor bolero de zapatos que pudo haber habido -de la zona militar le llevaban las botas Federica de los principales dragones de blindados por su excelente calidad en el acabado, el brillo exacto y reglamentario y la uniformidad de su textura-, en cientos de kilómetros a la redonda estaba siempre, los sábados y domingos, repletos de lectores de Walt Disney, Mandrake el mago, La Hermandad de la Lanza, El Rey Arturo, El Súper Ratón, Los Halcones, Chanoc, La Pequeña Lulú, Tarzàn, Archi y tantos y tantos más que se me escapan en este momento.Eran sábados y domingos en donde se aplicaba el estate quieto en Cuentolandia a los hijos menores mientras los papás o los hermanos mayores iban a misa, a tomar una soda en algunas de las refresquerías del parque o simplemente estar en la búsqueda del ligue que se había quedado pendiente el fin de semana anterior. 

Esa sensación placentera que de niño tuve y conmigo un titipuchal de jóvenes lectores, de repetir cuentos ya consultados, no la tengo ahora que se trata de volver a ver en repetición desagradable, en la prensa nacional, que los maestros de Oaxaca amenazan y lo hacen con tomas de carreteras que impiden el paso al estado de Veracruz, lo que quiere decir que la comunicación hacia la columna vertebral del estado que es la carretera principal misma, está paralizada y, con ello, la inmovilización de uno de los estados de la república más numerosos y comunicados que existen.

 

Y sigo viendo la prensa nacional y ahora es Chiapas en donde se ve el Congreso del Estado todo graffiteado por los artistas del escándalo y el desmadre que prefirieron hoy dejar de dar clases a miles de niños chiapanecos de todas las edades y de todas las regiones, e ir hasta la sede de una de los Poderes del estado que la vida democrática nacional ha consolidado en la búsqueda de construir una república en la que puedan vivir dignamente nuestros herederos, a joder la vida de los ciudadanos que queremos vivir en paz.

Otra vez, como disco rayado o periódico del que no queremos ver informaciones desagradables, tendremos que decir los que nos dedicamos a esto de comunicar con quienes nos quieren y nos hacen el favor de leer, que eso que hacen los maestros tomando edificios públicos y carreteras es faltar a las buenas costumbres de la convivencia pacífica y al reglamento de enseñar a leer, escribir y pensar a los niños y jóvenes mexicanos para que lleguen bien preparados al relevo generacional necesario en la conducción nacional hacia mejores derroteros.

 

Hasta ahora, el mejor antídoto en contra de esas aberraciones que cometen los que en sus manos tienen el futuro nacional al encomendársele la educación de todos los niños mexicanos y que en lugar de ello, de cumplir con la grande y noble tarea de conducir al futuro del país por los mejores senderos del desarrollo salen a protestar porque no los corren de su trabajo a pesar de que hacen esfuerzos sobrenaturales para que así sea, el mejor antídoto digo, es el que les aplicaron en Chiapas cientos de jóvenes artistas a los “maestros “que por más de 90 días tomaron las calles de la Capital, Tuxtla Gutiérrez, ensuciando y llenando de efluvios súper desagradables al primer cuadro de la ciudad, impidiendo el libre tránsito de los peatones y transporte urbano. En respuesta, los jóvenes artistas tomaron durante dos horas los viernes de diciembre, las cien esquinas, las mismas que los que deberían estar enseñando las hicieron suyas durante casi 100 días.

Cientos de bailarines, músicos, mimos, actores, cantantes, declamadores y titiriteros actuaron en las esquinas ante el asombro y la satisfacción de la ciudadanía que se volcó de alegría a verlos y a aplaudirles fuertemente la osadía de hacer diametralmente lo mismo que antes hicieron quienes deberían estar enseñando las letras a los futuros mexicanos.

 

Tuxtla, Ciudad Abierta se llamó la operación y aún resuena fuertemente en el imaginario colectivo chiapaneco.

¿Será necesario hacer esto en los lugares del país en donde sucedan manifestaciones absurdas que trastocan la vida cotidiana de México?

 

En la capital de Chiapas funcionó.

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